Nuestro mundo es una proyección, fiel copia de nuestro pensar. Heredadas o
adquiridas, las creencias son prácticamente el origen de todo sufrimiento
porque consolidan la estructura mental que dictamina si algo es bueno o malo,
bonito o feo, permitido o censurado, verdad o falsedad, motivo de felicidad o
desdicha.
Además, que mucha gente crea lo mismo, tampoco significa que sea válido. De
hecho, un gran porcentaje de las convicciones colectivas no es cierto. Y en
cuanto a tus creencias individuales, si analizas bien, descubres que la mayoría
se basan en lo mismo: tu opinión personal. El problema radica entonces en
creernos nuestras propias mentiras y reforzarlas con las ideas y juicios de los
demás.
Es nuestro sistema de creencias lo que refuerza el miedo, los obstáculos y
las barreras que nosotros mismos levantamos. La mente aunque popularmente se
dice que nos juega sucio, es en realidad un terreno muy fértil y bendecido en
el que germina cualquier cultivo bueno e incluso la misma maleza. Así que, es
tiempo de transformar y purgar toda la rigidez mental en nuestros hábitos
mentales. Si se cree que la vida es difícil, así se presentará, porque
sencillamente devuelve todo lo que se siembra con las ideas fijas.
Las experiencias, los encuentros y todo lo que nos sucede se nos presentan
como oportunidades y espejos para crecer. ¿Sabes qué los determina? Otra vez:
tus creencias.
Observa por ejemplo las personas que últimamente has atraído a
tu vida, llámense conocidos, amigos, clientes, pacientes, vecinos, etc. ¿Qué
patrones ves? (engaño, compasión, solidaridad, deslealtad, etc.), ¿qué te están
enseñando?, ¿qué te están diciendo acerca de ti mismo? Y en cuanto a tus
vivencias, ¿qué experiencias estás teniendo?, ¿qué creencias estás reforzando
con ellas?, ¿qué estás repitiendo una y otra vez?
Libérate de todo lo que no provenga del amor. En la medida en que sanes tus
creencias acerca de ti mismo y de la vida, de lo que “debes” ser, cómo los
demás “deben” comportarse y cómo la vida “debe” desarrollarse, tus experiencias
serán diferentes. A todos nos ha dado alguna vez el arranque por querer cambiar
el mundo, creemos que tenemos que realizar algo realmente excepcional para
aportar a la colectividad, nos preguntamos cuál es nuestra misión de vida, ¿qué
tal si empezamos por modificar nuestro mundo personal?
Elige no mentirte más a ti mismo, dejar de creer que solo vos estás en lo
cierto y que los demás son los equivocados. Y como todos aprendemos con las
otras personas, como nuestros espejos, pide a Dios que sean ejemplos corteses y
maestros amorosos, los que se te presenten para despertar.
Termina tu proceso,
agradeciendo a la divina presencia.
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