“La técnica de la Silla
Vacía puede utilizarse para establecer un diálogo con una situación, un aspecto
de la propia personalidad, o una persona no disponible”.
“Esta técnica permite
contactar emocionalmente con la propia experiencia e integrarla en la historia
de vida”.
La técnica de la Silla
Vacía es una de las herramientas más originales y distintivas dentro de la
Terapia Gestalt. Esta técnica convierte
una sesión de psicoterapia en un encuentro vivencial con una situación, elemento
o persona, estableciendo un diálogo con dicho elemento o sujeto, y permitiendo
así contactar emocionalmente con la propia experiencia e integrarla en la
historia de vida.
Un acontecimiento
traumático puede representar una situación perturbadora en la vida de la persona,
de tal modo que inhiba alguna función o bloquee su sano desarrollo y
crecimiento personal (Ej.: una violación, un abuso, una agresión física,
etc.). Así pues, hablamos de establecer
un diálogo con cualquier acontecimiento que haya marcado significativamente y
alterado la vida del paciente.
Cuando se proyecta en la
silla algún aspecto de la propia personalidad, como por ejemplo una necesidad,
una incapacidad o un sentimiento, la persona se encuentra en una dimensión más
concreta para manejar y comprender otra dimensión más subjetiva de sí
misma. De este modo, lo subjetivo se
transforma en tangible, y con ello, comprensible y manejable.
Y finalmente, cuando
hablamos de establecer un diálogo con una persona no disponible, nos referimos
a una persona en torno a quien se ha desarrollado un asunto (presente o pasado)
que no se encuentre en la actualidad. No
estar disponible puede deberse a varias causas tales como fallecimiento,
distanciamiento, separación, abandono, etc.
Se coloca físicamente
frente al paciente una silla en la cual se desarrollará este
procedimiento. Se le pide concentrar
toda su atención en la silla e imaginar la figura previamente identificada
(Ej.: una persona querida que ha fallecido).
La forma cómo se desarrolla este procedimiento cambia dependiendo de
aquello que se proyecte en la silla; no
es lo mismo trabajar con algún acontecimiento o con alguna persona no
disponible, que hacerlo con algún aspecto de la propia personalidad.
Con un acontecimiento la
experiencia es más narrativa. El
paciente recapitula lo sucedido y el terapeuta interviene haciendo énfasis en
el sentimiento o la emoción que acompaña la situación descrita, pidiendo paralelamente
a la persona que se percate de lo que está sintiendo. De esta forma, la silla actúa a modo de
pantalla, donde el paciente focaliza su atención y proyecta su percepción del
acontecimiento. Él narra y describe lo
sucedido, identifica sus emociones y sentimientos ligados a cada elemento
significativo de tal acontecimiento, expresa y libera profundas tensiones
internas, establece contacto, y finalmente toma conciencia del significado que
ha asignado al acontecimiento y del modo en que éste interfiere en su vida.
En cambio, cuando se
trabaja en la silla algún aspecto de la propia personalidad, la experiencia se
vuelve más interactiva y dialogal. El
terapeuta dirige la intervención hacia el momento más intenso emocionalmente
para el paciente. El paciente establece
contacto y el terapeuta contribuye a maximizarlo para que ocurra el awareness
(darse cuenta). Cuando en la silla se
deposita algún aspecto de la propia personalidad del paciente, éste tiene la
oportunidad de mirarse y examinarse a distancia, “desde fuera”, logrando una
impresión más imparcial de sí mismo. Por
lo general, se trabaja con aquel aspecto negado o rechazado. La mera ubicación física de la proyección,
expone ante los ojos del paciente aquello que no quiere mirar y tanto teme; la
persona no únicamente se sienta en frente, también se comunica con aquel
aspecto y empatiza con él.
Y cuando se pone en la
silla a una persona significativa en la vida del paciente que puede no estar
disponible por diversas causas, la persona aprende que, si bien, ya no tiene
existencia en la realidad física, esta persona sí existe en la realidad
psicológica. El paciente utiliza su
imaginación para rellenar con la presencia de tal persona, el espacio vacío de
la silla. El terapeuta le pide primero
que lo describa físicamente para darle fuerza a tal imagen y presencia, dirige
la intervención hacia el momento de mayor intensidad emocional, detiene el
proceso y facilita la toma de contacto.
El paciente se comunica directamente con la persona imaginada en la
silla. El terapeuta sigue muy de cerca
este dialogo, haciendo énfasis en el presente, en el sentimiento y en el cuerpo
del paciente, alentando la expresión de emociones, y fortaleciendo el awareness
(darse cuenta).
A lo largo de la sesión,
existen diversos intercambios de silla.
El paciente ocupa tanto la silla donde se ha sentado en el inicio, como
la silla que ocupa la proyección. De
este modo, él podrá sentir la situación, elemento o persona no disponible que
ha proyectado en la silla, y establecer un diálogo. El número de cambios de silla vendrá
determinado por la cantidad de diálogo necesario. En ocasiones bastará con un único cambio;
otras, se precisará de varios intercambios para facilitar la expresión de
emociones y sentimientos.
Una vez de regreso a la
silla original, se pide al paciente que cierre los ojos, imagine esa parte suya
proyectada en la silla vacía, la acerque hacia sí mismo y la deposite en algún
lugar de su cuerpo (cada parte guarda un sentido simbólico con las necesidades
afectivas del paciente).
El cierre de la experiencia
varía dependiendo del estilo, creatividad y personalidad del terapeuta. Aún así, es necesario que aquello que se
proyecta en la silla (Ej. un aspecto concreto de la personalidad) se reintegre
de alguna manera en la personalidad total o en la historia de vida del
paciente. El objetivo de esta técnica es
precisamente la integración.
Al finalizar, el terapeuta
añade información respecto al modo en cómo la persona puede sentirse después de
un procedimiento similar, principalmente para no generar ansiedad
innecesaria. Es habitual sentirse raro,
triste o extraño los días siguientes a la sesión.
Está técnica se utiliza de
manera intermitente, es decir, no se aplica en todas las sesiones, únicamente
cuando, según la experiencia, sensibilidad e intuición del terapeuta, puede ser
útil para explorar la situación, elemento o sujeto no presente, incrementar la
conciencia y facilitar el contacto emocional.
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